Mas mal ay en la Aldegüela que se suena, Teatro, Lope de Vega
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La traza es la de la bastardía del protagonista, Frey Fernando de Toledo, hijo del III Duque de Alba Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, cuyas hazañas le llevan a ser reconocido y honrado por su padre.
El marco histórico lo proporciona la guerra de Flandes y, en concreto, el asedio y asalto a la ciudad de Mons por las tropas españolas en 1572.
Extracto argumental:
Jornada 1
Los villanos de Aldehuela han madrugado para participar en las fiestas de una ermita cercana; también ha madrugado el duque de Alba, don Fadrique, que explica a sus criados Marcelo y Floro que quiere asistir a la fiesta para ver si reconoce a una aldeana que vio desde una torre de palacio y de la que quedó profundamente enamorado. Los villanos se acercan hasta la casa de Benito, un viejo molinero, para que él y su hija María se unan a la marcha. Cantan una alborada a la bella molinera, y cuando María sale para reunirse con la compañía, el duque, que observa la escena algo apartado, reconoce en ella a la villana de quien se ha enamorado. Los aldeanos se alejan cantando y él expresa en un soneto su amor por la molinera, cuya belleza suple el bajo estado social en que ha nacido.
Casi al mediodía los aldeanos están cansados de tanto danzar. Algunos de ellos se sientan a la puerta de la ermita y aconsejan a Benito que case a su hija con Antón, que la quiere. En esto llega el duque, y los villanos para honrarle vuelven a danzar y cantar; María tropieza y cae justo a los pies de don Fadrique, que la levanta con palabras amorosas, dejándola entre halagada y dudosa por la gran diferencia social que la separa del caballero. Preocupados todos por las condiciones de María, y Antón ya algo celoso por las atenciones del duque, los villanos convienen en volver a la Aldehuela, mientras el duque finge que se retira a Piedrahíta; en realidad, se trata de un plan para poder hablar a solas con María, ya que al mismo tiempo su criado Marcelo ordena a Benito partir urgentemente a Piedrahíta con el pretexto de que el duque quiere hablar con él.
Así, cuando María llega sola al exterior del molino, encuentra al duque, que la espera en compañía de Floro. María teme por su honor, pero se siente atraída por don Fadrique; por esto, aunque inicialmente resiste a los ruegos del enamorado, se deja convencer por las promesas de amor y le permite la entrada al molino.
Poco después Benito regresa de Piedrahíta molesto por el engaño; Marcelo, que lo ve llegar, le hace creer que ha habido un desencuentro y que el duque ha ido a buscarle al molino; mientras, Floro avisa al duque, que sale lleno de agradecimiento, decidido a enriquecer a la que ya es su amante. Por esto, finge querer probar la fidelidad de Benito pidiéndole un préstamo, y luego, en recompensa de sus ofrecimientos sencillos, le obsequia con mil ducados, las dos mejores casas de la aldea, el molino, los alrededores y dos porciones de tierra que podrá disfrutar de inmediato.
Entretanto, Antón se confía con Toribio, pues teme que María no corresponda a su amor, pero Toribio lo acusa de cobardía y le recomienda que vaya cuanto antes a pedir la mano de la joven: él es un mozo rico y gallardo y nada debe temer. Llegan otros villanos y villanas, que comentan el improviso enriquecimiento de Benito, y no falta quien empiece a sospechar la verdadera razón de tanta generosidad del duque.
En aparente continuidad temporal (pero debe de haber transcurrido cierto tiempo desde el encuentro en el molino con el duque), María, a solas y ya instalada en la nueva casa, manifiesta su alegría por haber dejado el molino y la pobreza, y su amor por el duque, aunque teme que este "bien prestado" se acabe pronto. En esto llega don Fadrique, que lo ha tramado todo para poder visitarla sin que nadie sospeche nada, y, en el diálogo amoroso que mantienen, ella le revela que sospecha tener ya "prendas de vuestra sangre". La actitud del duque cambia entonces por completo, pues, para evitar la deshonra de María, y al mismo tiempo para proteger al hijo que nacerá, decide casarla enseguida, aunque muy a su pesar y lleno de celos; sabido que el más rico de sus pretendientes es Antón, lo manda llamar, y le entrega la mano de María con quinientos escudos de dote. Benito y Antón están contentísimos con el enlace, pero el llanto de María hace que todos sospechen que "Más mal hay en el Aldehuela / de lo que se suena".
Jornada 2
Veinte años después Antón y María discrepan sobre el comportamiento de Fernando, su hijo, más dado a los gustos de la nobleza que a las tradicionales tareas agrícolas; en su fuero interno ella lo comprende, pero el villano no halla modo de entenderlo. El sobresalto se adueña de aquella casa con la llegada de Fernando y su amigo Jacinto, que vuelven de haber participado en las fiestas de El Barco de Ávila. Jacinto, en un largo romance, cuenta a Antón y María cómo el duque de Alba, tras un período en la corte y antes de marcharse a Flandes, ha decidido visitar sus tierras y asistir a las fiestas; allí, habiéndose asomado el duque a un balcón, Fernando se ha quedado en medio de la plaza mirándole, sin darse cuenta de que soltaban un toro, y, vuelto en sí por la cercanía del animal, lo ha matado, por lo que ha recibido en premio un anillo del duque. Termina anunciando que don Fadrique regresa a su palacio de Piedrahíta y que, por tanto, no tardará en pasar por Aldehuela. María, turbada, se prepara a recibirlo, mientras Jacinto anuncia que quiere ir a saludar a su amada.
Esa misma tarde, el duque entra en la Aldehuela recordando sus amores pasados por María. Esta sale a recibirlo con su marido y su hijo, y el duque reconoce a Fernando y pregunta quién es; "es hijo de los dos", le contesta María con hablar equívoco, pues Antón está a su lado. Fernando muestra su interés por marcharse con don Fadrique a la guerra de Flandes, pero su madre teme algún daño, por lo que el duque acaba tomando una decisión intermedia y resuelve que el muchacho viaje con él al palacio ducal de Piedrahíta, donde quedará a cargo de la duquesa. Fernando está muy contento con el giro nuevo que recibe su vida, y se prepara a partir, acompañado por el villano Nuflo.
La acción se complica de madrugada porque Jacinto, el amigo de Fernando, es sorprendido por Vicente, alcalde de Piedrahíta, en su propia casa, en compañía de su hija Elvira. Informado del amor de los jóvenes por algunos celosos resentidos, y contrario al matrimonio por ser Jacinto forastero y pobre, Vicente, que ha venido en compañía de un escribano, prende a Jacinto. El muchacho, para evitar la afrenta de Elvira, afirma que ella es inocente y que él ha escalado la casa dispuesto a forzarla, lo que induce al alcalde a procurar que sea ahorcado.
Por la mañana Fernando acude al palacio de Piedrahíta y se presenta ante la duquesa ofreciéndole sus servicios; ella queda muy bien impresionada por su aspecto y cortesía y lo nombra su camarero. En ese momento se anuncian el alcalde y el escribano, que dan cuenta a la duquesa del delito del salteador y le piden que apruebe su condena a muerte. Al oír esto, Fernando sale en defensa de Jacinto, testifica que los jóvenes están casados secretamente; ante esto, la duquesa aconseja al alcalde que examine la cuestión con más detenimiento antes de emitir la sentencia. Al irse la duquesa, Fernando trata de convencer al alcalde de la oportunidad de aceptar el casamiento entre su hija y Jacinto, pero el diálogo acaba en riña. Cuando la duquesa vuelve se maravilla y se enfada del atrevimiento de Fernando y le echa en cara la desproporción entre su bajo nacimiento y su arrogancia, aunque acaba perdonándole en razón de las recomendaciones de su esposo.
Sin embargo Fernando, a quien le escuecen las observaciones de la duquesa, decide mostrarle lo que vale y liberar a su amigo; por esto, en compañía de su criado Nuflo, obliga al carcelero a dejarle las llaves y, para cubrir la fuga de Jacinto, permanece en la calle para detener a los perseguidores. Cuando llega la duquesa y lo manda prender, declara que irá por sus pies a la cárcel, siempre que se trate de una torre, como corresponde a su honorable categoría.
En Aldehuela, en la casa de Antón y María, Jacinto les está contando lo sucedido en Piedrahíta cuando llega Nuflo y añade más detalles al relato; enseguida, y a pesar de las amonestaciones de Antón, María decide ir a liberar a su hijo, y pide ayuda para ello a Nuflo y Jacinto, que la acompañan.
Mientras, en Piedrahíta, Vicente trata de convencer a los guardas de la torre de que se esmeren en la vigilancia del preso; sin embargo, sus recomendaciones aumentan el temor que los guardas sienten hacia Fernando, y cuando este se muestra 'en lo alto', los soldados huyen temiendo que les tire ladrillos a la cabeza. Justo en ese momento llega María, acompañada por Nuflo y Jacinto, llama a Fernando y este sale sin problemas de la torre pues los guardas se han marchado. María le ofrece a su hijo dinero y caballos para partir hacia Flandes, donde le asegura que recibirá el perdón y la comprensión del duque. Antes de marcharse, como la casa de Elvira está allí mismo y en verano los vecinos están a la puerta de las casas, Fernando alienta a Jacinto a que se lleve a su amada. Jacinto así lo hace, con gusto de Elvira y en los mismos ojos del alcalde, que queda impotente viendo a su hija huir con los tres hombres.
Jornada 3
Un tiempo más tarde, Fernando, acompañado de su criado Nuflo y de Jacinto y Elvira, llega a tierras de Flandes, concretamente al campamento que el duque ha establecido en el cerco de Mons de Nao. Allí Cisneros, un soldado amigo, les relata cómo ha ido avanzando la conquista: "los herejes hugonotes / el ánimo van perdiendo, / viendo que ya no les queda / ni socorro ni remedio". Afortunadamente, don Fadrique, que a esas horas de la tarde anda reconociendo los distintos puntos del cerco, se aproxima a los recién llegados. La atención del duque está centrada en dos cartas que ha recibido de su tierra: una de ellas la remite el rey Felipe II ofreciéndole el priorato de Castilla para honrar a su hijo; y la otra es de la duquesa, pidiendo que castigue "los humos de caballero" de su protegido Fernando: el arrogante muchacho ha despreciado la justicia al librar de la cárcel a un amigo, ha raptado a la hija del alcalde y ha huido a Flandes. El duque lee esta carta mientras Fernando le explica que ha venido a Flandes porque anhelaba la vida militar y la cercanía de su señor; al final del relato, don Fadrique le enseña a Fernando la carta de la duquesa y, cuando el joven declara esperar el castigo merecido, el duque lo perdona, pues considera que es nobleza y sentido de la amistad lo que su mujer juzga por osadía, y no le da más importancia a estas "travesuras". No obstante, dispone que Fernando comience desde abajo a ganarse el escalafón que merece; esa misma noche, a pesar del cansancio, hará la guardia en Bertaymont, que es la montañuela donde se hallan. Mientras Elvira y Jacinto se marchan a descansar, Fernando escucha las instrucciones de Cisneros sobre cómo se hace la posta y cómo se dispara con un arcabuz; mientras, Nuflo acompaña este diálogo con comentarios cómicos propios de su carácter miedoso y comodón. Fernando queda solo y comienza su misión adivinando el pensamiento de su protector, que busca ocasiones para honrarlo con premura. Sin embargo, el duque comprende que una persona agotada por un largo viaje no puede velar y, por tanto, sin que nadie se entere, acude hasta allí y, muy contento por haber comprobado la estricta vigilancia que mantiene Fernando a pesar del sueño que lo oprime, le ordena descansar mientras él comienza el cuarto de vela con un soneto en el que comenta que todos sus esfuerzos bélicos han sido motivados por el deseo de dejar muy honrado al hijo suyo y de María. Más tarde, al paso de la ronda, el duque se hace pasar por el joven bisoño.
A la mañana siguiente, el duque dispone sus tropas y organiza la estrategia para asaltar la ciudad de Mons. En un aparte discreto le revela a Fernando su paternidad y le insta a que luche valerosamente para poder ganarse el honor y la fama que le corresponden y para que él pueda reconocerlo públicamente como su hijo: "para agora son los bríos / por vuestro Rey y por Dios, / no con villanos rendidos".
Seguidamente, el duque repasa desde la distancia el cerco y narra la toma de la ciudad al grito de "¡Cierra España, Santiago!". Entre los sitiadores se destaca Fernando, que embiste valerosamente la muralla de Mons y que, ayudado por otros soldados, consigue que la ciudad se rinda. El duque, emocionado por la valentía de su hijo, ya no duda en reconocer públicamente su paternidad.
Finalmente, María y Antón, a quienes la duquesa ha despojado de toda su hacienda desterrándolos de Aldehuela, en castigo por haber ayudado a Fernando a huir de la cárcel, llegan al campamento del duque en hábito de peregrinos. Anhelan que su hijo haya hallado la honra y el aprecio del duque, y confían en la generosidad de su benefactor para que les devuelva las propiedades. Previamente, Jacinto les pone al corriente de las últimas novedades: el duque de Alba ha confesado públicamente la aventura amorosa del molino, ha reconocido a Fernando como hijo y ha premiado su valor nombrándolo Gran Prior de Castilla. Antón entiende finalmente por qué le decían Más mal hay en la Aldehuela, pero decide que no hubo afrenta, porque "Si antes que fuese mi esposa / entregó su honor María, / no me tocó la deshonra". El encuentro final satisface a todos: María bendice a su hijo; el duque les devuelve la hacienda a Antón y María; y Fernando le pide al duque que envíe una carta a Vicente para que apruebe el matrimonio de Elvira y Jacinto.
Textos de Artelope. Base de datos y Argumentos del Teatro de Lope de Vega, Universidad de Valencia.